La infidelidad, es un triángulo amoroso, la cual se refiere a relaciones de corto o largo plazo, establecidas con personas distintas del vínculo oficial, además que son relaciones que se mantienen en secreto. Hoy en día, es terrible como algunas personas permiten caer en este triángulo, y viven una doble vida donde al final las consecuencias es que cualquiera puede salir lastimado.
Esta es la historia de una joven que sin saber que la persona con la que salia tenia una doble vida.
Descubre cuál fue su reacción ante esta situación. ¿Quieres Saber Más? Sigue Leyendo…
Esta es el relato de Anita, donde a él lo llamaremos Alberto.
No sabemos si esta historia es real pero me ha llegado y creemos que merece la pena contarla.
”Cuando tenía 17 años, sin saberlo, conocí al amor de mi vida. Empezamos a salir sin mayor interés por mi parte, pero él dio el primer paso con un beso y entonces comenzó una historia de amor maravillosa”.
Aunque ella no estaba interesada al principio, él se empeñó tanto en conquistarla que lo consiguió.
“Resulta difícil no dejarse querer cuando un hombre te deja ver su mejor cara. Lo que ocurre es que para que el amor funcione hay que ver todas las caras, y Alberto ocultaba no sólo otra cara sino también otra vida”, cuenta Anita.
Sin embargo, al poco tiempo de comenzar su historia de amor surgieron los rumores, donde al parecer él, que era 10 años mayor que ella, tenía otra relación previa. Pero ella creía en las intensas palabras de su amado cuando el solo decia que existia una persona y era ella.
Los meses fueron pasando y los dos disfrutaban de su amor, pero al cumplir un año de relación ocurrió algo que lo cambió todo.
Descubrió que él no sólo tenía una relación anterior sino que además iba a casarse con su novia de toda la vida. Muchas fueron las personas que le dijeron a Anita que era algo sabido, pero ella estaba ciega, porque como saben el amor, te ciega.
“Él me decía que me quería a mí, pero que no podía dejar a su novia, que se habían prometido mucho tiempo antes de conocerme y llevaban toda la vida juntos. Romper la destrozaría y desencadenaría grandes conflictos entre las dos familias”.
Anita, confundida, no podía entender nada. Por no hacerle daño a su novia y sus familias, ellos dos iban a ser infelices para siempre. Anita trató de convencerlo diciéndole que su novia se merecía a alguien que la quisiera de verdad y que la verdadera traición era casarse con esa mujer sin quererla. Pero nada hizo cambiar los planes que él ya tenía.
Alberto se casó y poco tiempo después la pareja tuvo su primer hijo. Cuenta Anita:
“En ese momento yo me convencí por fin. Él no me quería. No podía quererme si se había casado con otra y había tenido un hijo. Todo había sido mentira. Sus besos, mentiras. Sus palabras, mentiras. Su mirada, un precipicio.”
Los años pasaron pero Anita no conseguía olvidarlo. Al parecer él a ella tampoco. Hasta que un día él volvió. Le dijo que se estaba separando, que no podía vivir sin ella.
“Yo me sentía pletórica. El amor había triunfado. Yo había sabido esperar. Estaba convencida de que el amor te pide sacrificios y los dos ya los habíamos hecho, yo al esperarlo, él al separarse y tener que dejar de ver a su hijo todos los días”.
Pero de nuevo fue mentira. En ese momento vivían en dos ciudades distintas por lo que a él le resultó fácil mantener la verdad en secreto. Él le decía que no se podía ir a vivir con ella porque no podía dejar a su hijo en la otra ciudad. Así que sólo podía visitar a Anita una o dos veces por semana. Era la excusa perfecta.
Hasta que le llegó la noticia. Su mujer, de la que en teoría se estaba separando, volvía a estar embarazada. Anita se quedó destrozada, incluso más que la primera vez. Entendía que la vez anterior él no hubiese sabido manejar la situación, uno no elige cuándo se enamora. ¿Pero de nuevo lo mismo? Anita sintió que lo odiaba como no pensó que fuese capaz de odiar.
“Dicen que del amor al odio hay un paso. Yo no di un paso, di un gran salto. Y me caí. Caí en un abismo total del que sentí que no podría salir nunca. No permití que ningún hombre se me acercara en mucho tiempo. Estaba convencida de que sólo se puede amar de verdad una vez en la vida y yo ya había jugado esa carta y había perdido. Incluso aunque volviese a enamorarme, no creo que pudiese volver a fiarme de un hombre”.
Anita se centró en su trabajo, sus amigos, su familia, y comenzó a unirse, poco a poco, a las risas y buenos ratos que no soportaba después de su ruptura y decepción.
“No sé por qué o cómo, pero me sentía más calmada y tranquila. Y pasó lo menos inesperado, lo perdoné”.
Anita se dio cuenta de que los sentimientos de él eran reales, no mentía cuando le decía que la quería, pero los sentimientos tienen que ir acompañados de acciones para que el amor triunfe. Él no fue capaz de actuar.
Poco después él la volvió a llamar, le dijo que esta vez era verdad, que se estaba separando. Anita no lo creyó.
Unos meses más tarde, Anita se encontró con Alberto en una tienda. Él iba con sus hijos. Lo oyó hablar con la cajera. La mujer le estaba diciendo que sentía mucho que su mujer lo hubiese abandonado, llevándose a los niños con ella.
Las miradas de Anita y Alberto se cruzaron, se dirigieron algunas palabras, pocas, no hicieron falta más. La mirada de él lo decía todo, era el reflejo del fracaso, de la infelicidad. Según supo después Anita, su mujer lo dejó porque se enteró de su aventura. Esta vez era verdad que se estaba separando, pero era demasiado tarde. Él no había sabido luchar por ella, no se la merecía.
“Entonces lo entendí todo. La perdedora de esta historia no era yo, tampoco su mujer. El que realmente había perdido era él. Había dejado escapar al amor de su vida por miedo a las presiones sociales, familiares… o quién sabe por qué. También había perdido a su familia, y ahora vivía condenado por sus propias decisiones”, cuenta Anita.
Alberto pudo elegir y eligió casarse con una persona a la que no quería. Eligió no darle a su mujer la oportunidad de estar con alguien que la quisiera de verdad. Eligió que sus hijos viviesen en un hogar infeliz. Eligió dejar escapar al amor de su vida. Eligió quedarse con la sensación del: y si hubiera… El arrepentimiento siempre lo rondaría.
En cambio Anita no podía arrepentirse de nada, ella sí lo había intentado. Sentía una gran pena por Alberto y gran respecto por su mujer que supo tener el coraje que ella no tuvo.
Ahora las dos mujeres tenían todas las posibilidades para ser felices, y por qué no, para volver a encontrar el amor, pero esta vez el de verdad.
Todos hemos conocido triángulos amorosos y sabemos que nunca acaban bien.
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